El empate de ayer ante Argentina 1-1 por las eliminatorias ha sido uno de los partidos más emocionantes que he visto en toda mi vida. No porque se hayan dado muchos goles, jugadas de lujo, cracks demostrando su valía o cosas así. Lo fue porque un equipo por el cual muchos no daban un céntimo, demostró en la cancha que se juega 11 contra 11 y que en el fútbol también ganan los hombres y no sólo los nombres.
Hay que destacar dos cuestiones. La primera es que la selección de ayer en el Monumental fue, de lejos, la mejor que hemos visto en estos últimos años. Se podía apreciar realmente un "equipo" no unos cuantos que venían a exhibirse ante las cámaras. Todos lucharon hasta el último minuto y no dieron nunca una bola por perdida. Solidarios entre ellos y con su país. En segundo lugar, hay que reconocerle a Del Solar, que no convocó, a pesar de haber tocado fondo ante Uruguay, a los suspendidos por indisciplina. Se la jugó por el nuevo grupo y le respondieron con pundonor y valentía.
El corazón y el cuchillo entre los dientes fue la imagen que dejaron en el campo. No los dejaron jugar en ningún momento. Se enfrentaron al gigante con respeto pero de igual a igual. En la entrada anterior decía que para mí era suficiente que dejen todo y si tenían que morir, lo hagan de pie. Pues bien, riendieron al máximo de sus capacidades y ganaron un empate con sabor a esperanza. Eso era lo que necesitábamos, orgullo y perseverancia, no egos ni vanidades. Las posibilidades aún son complicadas, pero si así van a batallar, vale la pena y debemos agradecerles.
Si alguien se podría sumar a este equipo es indiscutiblemente, Paolo Guerrero. Los demás no están, en este momento, al nivel de amor por la camiseta de este grupo para vestirla. Vamos a demostrar que los peruanos somos fuertes y luchamos siempre hasta el final.
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