sábado, 27 de febrero de 2010

UN SINGULAR DÍA DE PLAYA


Por primera vez en mi vida me he encontrado en una playa tras un fuerte sismo. He sido testigo de una alerta de maretazo y he visto como retiraron a todas las personas que con sombrilla en mano se disponían a pasar un día de verano en el mar.

Con la cabeza baja y el fastidio de haber pasado más de una hora en una combi (o algo menos para los que llegaron en automóvil) para llegar al anhelado océano pacífico, resultó que éste andaba algo desencajado y no tenía la intención de hacerle honor a su nombre. El mar se retiro algunos metros de la costa de la playa de Santa María (Lima) y era posible divisar algunas rocas que normalmente se encuentran sumergidas en las aguas salinas.

Las embarcaciones que habían partido de Embajadores tuvieron que regresar a puerto y anclar ante la amenaza de un oleaje fuerte y de magnitudes aún no previstas. Felizmente con las horas ese temor quedó postergado para alguna otra ocasión (espero que nunca). Sin embargo, eso fue ya cuando el sol se ocultaba en el horizonte.

Fue un día de playa muy, hasta diría extremadamente, extraño. Uno de aquellos que nos hace recordar lo pequeños que somos ante la fuerza de la naturaleza y lo preparados que debemos de estar todos los que habitamos zonas costeras ante situaciones como éstas, de las que adolece crónicamente nuestra región.

No hay comentarios: