sábado, 11 de septiembre de 2010

LA TORTURA DEL DESPERTADOR



Usualmente, los despertadores no son uno de los aparatos más queridos por los seres humanos. No se debe ello a que tengan un uso nocivo para la especie. Esta más bien relacionado a la interrupción de una de las cosas que hacemos más a gusto: dormir. Sea verano o invierno (aunque cuando hace frío menos quiero salir de la cama por las mañanas) el despertado cumple sin chistar el fin para el cual fue creado. Tras ese corte sónico y estridente del silencio y del sueño en que andábamos envueltos, ya es opción nuestra el hacerle caso o decidir apagarlo e ignorar nuestras responsabilidades que temprano nos esperan.

Tuve un reloj despertador por más de seis años. Me acompañó casi toda la universidad y hasta hace unos meses que el pobre aparato entró en un estado de coma del cual nunca se pudo recuperar. Tras hacer un intento con mi celular, en verdad no es lo mismo. Es una experiencia diferente tener un reloj en la mesa de noche donde puedes ver los números grandes fosforescentes cuando durante la madrugada te despiertas por cualquier cosa y quieres saber qué hora es y cuánto te queda para seguir durmiendo. El celular no tiene esa comodidad, además que cuando lo dejas cargando, no tienes dónde ver la hora a menos que salgas de la cama.

Decidido a comprar un despertador nuevo, comencé mi periplo por los supermercados. Fui a dos de ellos y pregunté por relojes despertadores en las zonas de electrónica. Resultado: nada. Simplemente no tienen ese tipo de aparatos. Bueno, no me desanimé y fui a una tienda que tiene varias sucursales donde se especializan en cosas electrónicas. Allí tenían un par de los objetos que buscaba, pero eran demasiado grandes para mi pequeña mesa de noche y las marcas no me daban mucha confianza... Algo desanimado, pedí que me enseñaran los que tenían a pilas (obviamente más chicos) y uno de ellos me gustó. Sin embargo, al probarlo y escuchar el sonido que supuestamente debía despertarme, quedé convencido que todo quedó en un supuesto. Nunca me iba a despertar con esa melódica alarma de bajo volumen. Tal vez mi perro con su oido sensible sí, pero dudo que luego me pasara la voz a mí.

Aún más desilusionado de conseguir mi despertador, fui a Polvos Azules donde aparatos electrónicos de todo tipo no faltan. Pues, efectivamente encontré algunos relojes, pero no como para una persona que ya pasó de lejos los 10 años de edad. Y los pocos que sí me gustaron, costaban demasiado (más de 70 soles) que no valían en realidad. Decepcionado totalmente, creí tener que aceptar la convergencia digital y acostumbrarme a despertarme solamente con el celular. De todas formas, la búsqueda continúa y espero encontrar el despertador que me acompañe al menos en los siguientes cinco años. A final de cuentas, me parece increíble todo lo que he tenido que hacer para hallar a este dispositivo que tiene como función !interrumpir mi descanso! Pero así es el mundo, la responsabilidad y la temprana adultez...    

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