martes, 26 de mayo de 2009

LA VENEZUELA DE CHÁVEZ

El año pasado tuve la oportunidad de viajar a Venezuela para una actividad a la que fui invitado. Antes de salir de Lima me imaginaba que iba a llegar a Caracas y que migraciones iba a ser algo incómodo por los temores que tienen de los extranjeros provenientes de países con más libertades que las que ellos les dan a sus ciudadanos.
Sin embargo, me quedé corto con la presunción.

Apenas arribamos a Maiquetía y nos invitaron a bajar del avión, al cruzar el marco de la puerta y pisar el aeropuerto, dos soldados del ejército chavista nos recibían con sus metralletas bien apoyadas al pecho y con cara de pocos amigos, buscando "sospechosos". Parecía que estábamos entrando a una base militar y no a una ciudad. Ese fue el recibimiento que nos dieron a todos los que llegamos en aquel vuelo de Taca.

Posteriormente caminamos varios metros en un aeropuerto completamente vacío donde a esas horas de la madrugada había más soldados que turistas. La señorita que me atendió en migraciones me interrogó por más de quince minutos sobre el motivo de mi visita, si traía dólares, si quería cambiarlos de una vez (tienen un tipo de cambio oficial para los Bolívares), sobre quién me esperaba en la puerta, dónde iba a estar, etc. (a pesar que lo había puesto todo en las hojas que nos hacen llenar).

Finalmente no me dejó ir hasta quedarse con mi certificado de reserva del hotel (asunto del que me percaté una vez que llegué a mi alojamiento) lo cual me pareció un abuso. Imagínense si es que hubiese declarado que era un periodista (no fue necesario porque no iba por trabajo) tal vez también se quedaban con mi pasaporte por si es que cometía algún exceso verbal... Luego del interrogatorio y el recojo de mi maleta, había otros agentes entre esa zona y la salida, así que esperé a que se entretuvieran con otro para yo pasar raudo y sin que me fastidien.

Si a un peruano normal los servidores de Hugo Chávez le hacen este recibimiento (lo opuesto del que te hace la gente venezolana) no es de extrañar que al hijo de un escritor e intelectual de alcance mundial como Mario Vargas Llosa, quien incluso también investiga y trabaja temas políticos, lo hayan tratado de esa forma. A eso estamos expuestos los hombres y mujeres libres cuando visitan un país latinoamericano cuyo Estado revive la censura y amedretamiento de la desaparecida Unión Soviética.

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